Cuál es el principal problema de Cumaná y su Municipio?
Méndez-Morgado-BarreraTyszka, Venezuela Virtuosa!
Publicadas por
Mikel de Elguezabal Mendez
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Alberto Barrera Tyszka: Memoria
del ñame
Escuché en la radio una propaganda oficial promocionando el ñame. La muchacha tenía una voz agradable y hablaba con un entusiasmo casi musical. Como si nos estuviera invitando a una fiesta: vamos todos pa’ la rumba. No te la puedes perder. Vamos a pasarla bomba. Va a haber yuca, ocumo y mapuey.
Escuché en la radio una propaganda oficial promocionando el ñame. La muchacha tenía una voz agradable y hablaba con un entusiasmo casi musical. Como si nos estuviera invitando a una fiesta: vamos todos pa’ la rumba. No te la puedes perder. Vamos a pasarla bomba. Va a haber yuca, ocumo y mapuey.
De inmediato, la memoria —siempre flexible y errática— me dejó en
alguna noche de mi infancia. A veces, a la hora de la cena, mi madre ponía
sobre la mesa ñame y queso. Eso era lo que tocaba. Uno o dos pedazos del tubérculo
hervido y una rodaja de queso blanco salado. A mi me encantaba. Y, desde
entonces, se me activa el recuerdo debajo de la lengua cuando pienso en esa
combinación. El ñame con queso forma parte de los sabores de mi nostalgia. Pero
no es un ideal gastronómico. Si mi madre hubiera podido, de seguro nos habría
servido un bisteck con arroz o un rueda de carite sierra con ensalada. Hacer de
la pobreza una utopía me parece indignante.
El gobierno se empeña en no reconocer el hambre. La ve pero no la
acepta. Prefiere el espejismo que la realidad porque la realidad delata su
ineficacia, su negligencia, su corrupción. Por eso, entonces, el oficialismo se dedica infamemente a
convertir la miseria en una virtud. Desde el año pasado, lanzaron la campaña
“Agarra dato, come sano, come venezolano”. El proyecto promueve el consumo de
verduras y de vegetales producidos en el país, para tratar de paliar la
imposibilidad de la mayoría de la población para acceder a productos como la
carne, el pollo, el pescado, el arroz, las pastas, la harina… Pero el tiempo ha
demostrado que tampoco la ahuyama, la batata, la yuca o el ñame son tan
baratos. Un presupuesto familiar tampoco puede acceder fácilmente a los —ahora—
tan bolivarianos tubérculos. Tal vez por eso mismo la muchacha de la radio
también hablaba de sembrar y de cultivar en cada casa sus propias cosechas. Todo
sabemos que eso es imposible. El futuro de la revolución está en la calle:
el hombre nuevo debe comer basura.
Quizás llegue el día en que, en una
cadena nacional, el Presidente diga que comer perrarina no es tan malo. Que se
ha descubierto que las conchas del cambur son muy saludables. Que el cartón
mojado con un poco de sal es alimenticio y le hace bien al corazón. Y saldrán,
nuevamente, Delcy Rodríguez y Jorge Valero a repetir por el planeta que en
Venezuela no hay hambre, que somos felices y no tenemos ninguna necesidad, que
aquí —literalmente— comemos de todo.
La noticia de un bebé de 3 meses, fallecido esta semana en Ocumare
del Tuy a causa de desnutrición, debería haber paralizado al país. Pero solo es
un caso más, otra noticia repetida. Nada demasiado nuevo. Nada demasiado
sorprendente. Es aterrador constatar que la tragedia se nos ha convertido en
una rutina. Al negarla, el gobierno banaliza la realidad. Le quita peso, valor,
dignidad. La despoja de su posibilidad de escándalo. El oficialismo ahora vive
para ocultar el sufrimiento del pueblo.
“No hagas colas innecesarias”, dijo la muchacha de la propaganda
en la radio. Esa es la voz del poder. No solo desconoce tu realidad, tu
angustia; encima descalifica tu desesperación, tus intentos por enfrentar esa
realidad, por salir de esa angustia. Para el gobierno, las colas son un
caprichito, una mala crianza de aquellos necios que todavía no han entendido
que ser pobre es bueno, que no hay nada como el ñame, que tener hambre nos hace
mejores venezolanos.
Esta semana, sin embargo, hubo una manifestación diferente. Es un
hecho que puede ser muy subversivo dentro del panorama simbólico del país. Fue
una protesta por comida, según señala la noticia. Pero fue, además, frente a la
casa de un gobernador. La gente trató de acercarse a la fachada donde reside el
General retirado García Carneiro y comenzó a reclamar. El destino del hambre no
tiene control. La gente sabe dónde viven los poderosos. El gobierno podrá
negar la realidad, hasta que la realidad toque las puertas de sus casas. ¿Qué
hay en la despensa del Gobernador? ¿Qué comen los ministros? ¿Qué hay en la
nevera de Miraflores? ¿Una bolsita clap?
Por: Fernando Luis Morgado Graterol
Coordinador General A.C. Sucre Posible
Los miles de millones de dólares gastados en comprar productos importados, para distribuirlos a través de los claps, hubiesen alcanzado para la reactivación de la producción interna. Pero el régimen prefiere seguir con su política de destrucción de todo lo nacional, mientras beneficia a los productores y empresarios de otros países. Impone de esta manera, un castigo a la población venezolana, al no permitir que ninguna empresa privada pueda importar maíz, trigo, medicinas, o cualquier otro alimento de primera necesidad. El resultado está a la vista de todos. Grandes colas, escasez, altos precios, desnutrición y muerte. Esto sin hablar de la inmensa corrupción que se forma en todo el proceso, desde el otorgamiento de dólares a 10 bolívares, a testaferros del régimen, hasta la distribución de las bolsas.
Está demostrado que el régimen no quiere atacar las causas del problema, y al contrario se enfoca en las consecuencias. O sea, insiste en seguir controlando todo lo relacionado con la economía, aun sabiendo que los resultados seguirán siendo los mismos.
Lo más reciente es el caso de las panaderías, a las cuales acusa de guerra económica y amenaza con expropiar para garantizar el pan a la gente. Si esto ocurriera, ya sabemos cuál será el resultado: Empresas destruidas, desempleo y más escasez de comida. El socialismo no garantiza ni una hogaza de pan.
Así es el socialismo y el populismo, destruye y lleva a los pueblos al fracaso y a la miseria.
Este mecanismo perverso tiene que acabarse, y para que esto ocurra debemos cambiar a los que actualmente nos gobiernan. Tiene razón María Corina Machado, cuando asevera que lo prioritario es cambiar al régimen; pensar en la viabilidad de este desastre hasta finales del 2018, es masoquismo. Un país con más de 25.000 asesinatos anuales, con el 80% de su aparato productivo paralizado, con la inflación más alta del mundo, y con decenas de miles de emigrantes cada año, NO ES VIABLE. Estar pensando solamente en parcelas, ante unas hipotéticas elecciones regionales y abandonar la idea de insistir en revocar a Maduro, es un absurdo imperdonable. De hecho, analistas internacionales no entienden como los demócratas venezolanos cometimos el error de no insistir en ambas estrategias, privilegiando el cambio de presidente.
Pensar que ganar unas gobernaciones sin cambiar al presidente de la república, resolvería la crisis es una ingenuidad. El problema es el sistema de gobierno; el modelo empobrecedor del comunismo del siglo 21. La solución a la crisis solo será posible con un gobierno moderno que crea en la economía de mercado. Un gobierno demócrata, que no sea populista. Un gobierno con independencia de poderes públicos, que respete la propiedad y promueva la inversión y el emprendimiento.
Las organizaciones políticas que hoy se oponen al régimen, y que mañana serán gobierno, tienen la responsabilidad histórica de apartarse de la tentación populista, aplicando y explicando la necesidad de tomar medidas que ayuden a superar la escasez, inflación, desempleo, inseguridad, desinversión y emigración de compatriotas.
Expertos calculan que con inversión cercana a 60.000 millones de dólares, Venezuela podría iniciar su despegue económico, pero no solo se trata de lograr el préstamo internacional, paralelo a esto debe haber disciplina fiscal y contraloría que garantice el uso transparente de dichos recursos.
Una nueva generación de políticos tendrá el reto de ejercer una política distinta, ya vemos a algunos de ellos en la A.N, y en las distintas regiones, tratando de hacer las cosas bien. Generación relacionada con instituciones como CEDICE, IESA, Ifedec, Instituto Parlamentario Fermín Toro, A.C. Sucre Posible, entre otras. Esa nueva generación, tendrá que hablarle a la gente con la verdad, por más dura que esta sea. Tenemos que dejar atrás la mala praxis de decir lo que a la gente le gusta oír. Hay que hablarles claro, explicándoles el que y el cómo hacer para salir de la crisis…
Miguel Méndez Rodulfo
Problemática
educativa en Latinoamérica
Las pruebas Pisa y
las pruebas Timss (la otra gran evaluación internacional de educación), así
como las pruebas Serce y Terce de la Unesco, además de las pruebas Simce, todas
ellas evaluaciones que miden la capacidad de los alumnos para resolver
problemas, revelan que la desigualdad de origen es el gran desafío para la
educación en América Latina, ya que si los alumnos provienen de familias con
recursos tendrán acceso a una buena educación; pero si no, recibirán una enseñanza
de poca calidad. En Latinoamérica hay dificultades para estimular el deseo en
los estudiantes a participar, a entusiasmarse con lo que aprenden. Los
estudiantes de la región no resuelven problemas de la vida real y muchos
jóvenes no aprecian que lo que aprenden vaya a ayudarlos en la vida. La
población estudiantil joven de América Latina, en comparación a los de
otros continentes, resuelve mal los problemas prácticos y cotidianos. En el
subcontinente los libros de texto son más voluminosos que en los países
desarrollados; también, es común en nuestra región que si los estudiantes no
aprendieron un tema en un determinado grado, esa carencia sigue afectando a los
alumnos en los siguientes niveles, porque esa falla no se subsana; además, es
un hecho que el acceso a la educación preescolar en América Latina debe
mejorarse sustancialmente.
En el
subcontinente hay más pobreza, desigualdad y desintegración familiar que en los
países del norte; además, se invierte menos en educación, en la atención de los
alumnos y en la formación docente. Hay más violencia en los hogares y los
padres tienen menor nivel educacional. Mayor cantidad de niños viven en
condiciones desfavorables, que infantes de naciones desarrolladas. La
infraestructura y el equipamiento de los colegios suelen ser precarios; el uso
de tecnologías digitales es limitado o inexistente; el tiempo dedicado al
aprendizaje escaso; la disciplina excesivamente autoritaria o ausente, y las
políticas educativas de los gobiernos son inestables, mal diseñadas y su
implementación y efectos poco evaluados
No obstante este
diagnóstico, modelar sobre prácticas exitosas de otros países, siempre mejorará
las cosas. Es un hecho que los sistemas con mejor desempeño se enfocan en tres
cosas: demandan rigor, es decir, el nivel de exigencia a los alumnos es muy
alto; se enfocan en aprender pocas cosas, pero muy bien, y promueven la
coherencia, o progresión en el aprendizaje, esto significa que primero se
aprende algo muy bien, luego se comprende, y por último se progresa al
siguiente paso. En naciones con buenos sistemas educativos, hay una apertura
hacia la experimentación creativa, como por ejemplo: si una escuela es mejor
puede recibir más dinero, pero debe usar esos montos para ayudar a otra escuela
con malos resultados; hay países que tienen como política enviar profesores
buenos a colegios en desventaja; en otros Estados un subdirector de un colegio
muy bueno que quiere convertirse en director, tiene primero que probar la
capacidad dando un giro de 180 grados a un colegio con problemas. Una
estrategia infalible en el ámbito educativo es realzar socialmente la profesión
de maestro; que sea mucho más atractiva intelectualmente, lo que significa
ofrecer más oportunidades para que los profesores colaboren, e invertir más en
la profesionalización, enviando cada maestro a 100 horas de actividades o
cursos de desarrollo profesional por año. Sin embargo, el mejor entrenamiento
para los maestros tiene lugar en los propios colegios, observando buenas
prácticas y aprendiendo de los mejores maestros. Es posible mejorar los
resultados del aprendizaje, pero para ello se requiere un esfuerzo concertado
de la Nación: del gobierno y los colegios, de las familias y autoridades
locales, de los empresarios y universidades, de la sociedad civil y de
organizaciones no gubernamentales y, prioritariamente, de los docentes y sus
alumnos. Se requieren políticas de largo plazo, estables, coherentes y dotadas
de suficientes recursos.
Miguel Méndez Rodulfo
Caracas 17 de marzo de 2017
Educación y América Latina
Desde hace muchas décadas América Latina gasta en educación
cantidades importantes de sus ingresos públicos, sin que eso se compadezca con
acceder a la categoría que han alcanzado los países desarrollados. De acuerdo
al Banco Mundial, en tanto que en los años sesenta del siglo XX, la
agricultura y la extracción de materias primas representaba 30% del PIB
mundial, hoy en día la agricultura equivale al 3%, la industria al 27% y los
servicios al 70%, de manera que estamos en presencia de la economía del
conocimiento. No obstante esto, muchos países de América Latina siguen teniendo
su base económica en la agricultura o en la monoproducción de materias primas. Argentina
y Paraguay con la soya son un claro ejemplo de lo primero y Venezuela y Ecuador
con los hidrocarburos, son representativos de los segundo. En la actualidad, la
economía global del conocimiento es la vía que está permitiendo que las
naciones se desarrollen y disminuyan sustancialmente la pobreza; ya no se trata
de explotar recursos naturales para crecer económicamente, sino de disponer de
una educación de alta calidad, un sistema científico consolidado y una actitud
innovadora de su ecosistema de emprendimiento. La clave está en producir mentes
brillantes y, cada vez más, exportar productos con mayor nivel agregado. Para
lograr lo anterior hace falta un entorno que fomente la innovación, lo que
significa menos trababas para crear una empresa, un clima favorable de
negocios, al igual que la existencia de un mercado de capitales que asuma
riesgos, así como una actitud social de tolerancia frente a la diversidad y
sobre todo al fracaso.
Mientras que EEUU anualmente se registran más de 140.000 patentes,
en América Latina esta cifra llega a 1.200. Según revistas especializadas en el
tema, no hay ninguna ciudad latinoamericana entre las 100 urbes productoras de
conocimiento científico del mundo, como tampoco ninguna universidad de la
región se ubica entre las 100 mejores del planeta, de acuerdo con varios
rankings que miden esto. La realidad es que en Latinoamérica sus graduados
universitarios egresan mayormente de escuelas como humanidades, derecho,
psicología, sociología, filosofía, etc., en vez de producir más tecnólogos,
ingenieros y científicos. Nuestras universidades en el sub continente invierten
poco en investigación y desarrollo y además están divorciadas del sector
productivo. Aun cuando sean universidades privadas, éstas no establecen lazos
de cooperación con el sector empresarial de sus países para resolver
creativamente problemas de producción, de procesos administrativos, de
logística o de comercialización. Tampoco las universidades públicas hacen lo
propio con el Estado. Es significativo el caso del coque producido en los
mejoradores de la Faja del Orinoco, un subproducto resultante de la conversión
del crudo pesado en crudo liviano sintético, aspecto que la USB estuvo
investigando su uso así como aprovechamiento, correspondiéndole a la insigne
profesora Mónica krauter registrar la segunda patente de esa universidad; en
efecto esta notable investigadora, siendo aún estudiante logró separar del
coque el azufre y los metales pesados, produciendo la mejor opción de coque
listo para ser calcinado y convertirlo en coque grado ánodo. Hay que acotar que
Venezuela vende coque crudo a US$ 70 la tonelada, en tanto que importa a US$
600 la tonelada de coque calcinado. Cuando se exporta coque crudo, éste va
junto con el azufre y los metales pesados, debido a que la Pdvsa chavista nunca
tomó en cuenta la patente de la profesora Krauter. Así el país pierde
conocimientos, pierde dinero y pierde el tren del progreso.
Los países compradores del coque crudo venezolano le extraen el
azufre y los metales pesados, agregando valor a sus procesos y ganando más
dinero para sus arcas. Por otra parte, el grafeno (“el material de Dios”,
llamado a sustituir al plástico, al cobre y al silicio en el desarrollo inmediato
de la civilización) obtenido a partir del coque, es hoy una realidad y abre
inmensas posibilidades a la nueva gobernabilidad del país.
Miguel Méndez
Rodulfo
Caracas 10 de
marzo de 2017
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